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¿Cómo reciben los Nobel la noticia?

La trastienda de los Nobel alberga muchas historias. Entre ellas está la forma en que los premiados reciben la noticia. Suele ser con una llamada telefónica, la «magic call», que para la mayoría de ellos supondrá un cambio radical en sus vidas.

Doris Lessing, premio Nobel de Literatura en 2007, se encontró con los reporteros en su casa de Londres cuando volvía de la compra.

Doris Lessing, premio Nobel de Literatura en 2007, se encontró con los reporteros en su casa de Londres cuando volvía de la compra.

Oficialmente, la deliberación final del Instituto Nobel de Oslo y del comité que otorga el premio Nobel de la Paz tiene lugar en su última reunión, previa al anuncio del premio. Antes de que este se produzca, sin embargo, deben intentar avisar al ganador, para de evitar que se entere directamente por los medios de comunicación.

«Le llamamos unos 30 o 45 minutos antes del anuncio, que suele estar programado para las 11 de la mañana», detalla Geir Lundestad, secretario permanente del comité, que, como tal, es el encargado de efectuar esta singular llamada.

Muchas voces han criticado el Nobel a Barack Obama en el 2009, sólo nueve meses después de llegar a la Casa Blanca y con varias guerras abiertas.

Este experimentado historiador, de voz amable y pelo cano, lleva desde 1990 realizando ese cometido. El margen de tiempo del que dispone es muy limitado, lo que hace que la mitad de las veces no logre su objetivo. Aunque lo cierto es que algunas veces ni lo intenta. «Normalmente no llamamos cuando el laureado es una persona extremadamente famosa, bien habituada a la publicidad, sobre todo si hay un serio riesgo de que se produzca una traición».

Tales fueron los casos de Obama, en el 2009, o de Kofi Annan, en el 2001. Sí avisó, en cambio, a Jimmy Carter (2002) y a Martti Ahtisaari (2008), así como a Mijaíl Gorbachov (1990), con quien contactó a través de la embajada soviética. En cambio, cree recordar que no localizó a Nelson Mandela, galardonado en 1993.

Antes de darse por vencido, prueba varios números. «Pero no nos preocupamos demasiado si no conseguimos localizar al laureado, a no ser que sea una persona poco conocida que debería saber la noticia antes de verse arrojada a la escena mundial».

Por el contrario, cuando el ganador es una persona suficientemente renombrada, le suelen llamar «un par de veces» y, «si no damos con el laureado, pues no damos con el laureado, cosa que ha ocurrido en muchas ocasiones», señala.

Además de Lundestad, encargado de llamar a los Nobel de la Paz, los demás responsables conocidos de esa tarea son Peter Englund, que como secretario permanente de la Academia Sueca se ocupa de llamar al Nobel de Literatura, y Göran Hansson, que, con el mismo cargo en el Comité Nobel del Instituto Karolinska, es quien marca el número del ganador en Fisiología o Medicina.

Desde la Real Academia de las Ciencias de Suecia, en cambio, aducen que, «por medidas de seguridad«, no les es posible revelar quién llama a los premiados en Física, Química y Economía, aunque, según han afirmado varios galardonados, suelen hacerlo el presidente y el secretario de la academia.

Son días intensos, cruciales, para quienes deciden los premios. Pero también para los galardonados, pues serán los últimos que pasen más o menos en tranquilidad antes de ser embestidos por la vorágine mediática.

En este sentido, se entienden las palabras de Mario Vargas Llosa cuando, pocas horas después de recibir la llamada más esperada de su vida, decía no saber si iba a sobrevivir al premio Nobel.

Recibió la noticia en su apartamento de Manhattan. Era el 7 de octubre del 2010. Se había levantado temprano para preparar su siguiente clase en la Universidad de Princeton, cuando, de repente, sonó el teléfono y al otro lado de la línea se oyó una voz en inglés con acento sueco.

Vargas Llosa recibió de manos del rey de Suecia, Carlos Gustavo XVI, el diploma y la medalla del Premio Nobel de Literatura 2010. Con ello, se convirtió en el decimoprimer escritor de habla hispana que ha alcanzado un Nobel de Literatura.

Vargas Llosa recibió de manos del rey de Suecia, Carlos Gustavo XVI, el diploma y la medalla del Premio Nobel de Literatura 2010. Con ello, se convirtió en el decimoprimer escritor de habla hispana que ha alcanzado un Nobel de Literatura. Foto: EFE

«Yo creí que podía tratarse de una broma, como le sucedió en su día a Alberto Moravia. Oí algo de la Swedish Academy… ¡y se cortó! Eso me dio mala espina…», le explicaba ese mismo día a Xavi Ayén, enviado especial de Magazine en Nueva York. Pero, a los cinco minutos, volvió a sonar el teléfono y esta vez no le cupo ninguna duda. Era Peter Englund anunciándole que acababa de ganar el galardón.

Vargas Llosa llevaba demasiado tiempo esperándolo. Su nombre había aparecido durante muchos años en todas las quinielas, pero como no le elegían, empezó a desterrar la idea de su mente. «Lo había descartado desde hacía tiempo, así que cuando recibí la llamada, me llevé una gran sorpresa». El recién laureado dispuso sólo de 14 minutos para recuperarse del asombro, pues ese fue el tiempo que transcurrió entre la «llamada mágica» –como le llaman los propios organizadores–, privada, solitaria, recibida en el silencio de su apartamento neoyorquino, y la tumultuosa rueda de prensa en la que el propio Englund se encargó de anunciar la noticia al mundo desde Estocolmo.

Enterados por los periodistas

A lo largo de la historia, sin embargo, muchos otros galardonados no han tenido esa suerte, y su sobresalto ha sido mucho mayor al enterarse de que habían ganado el Nobel directamente por los periodistas. Una de las reacciones mejor documentadas es la de Doris Lessing, premio de Literatura en el 2007. La escritora británica, que a sus 88 años se convirtió en la persona de más edad en recibir el premio en esta categoría, había salido a comprar y al volver encontró la entrada de su domicilio londinense sitiada por los reporteros.

«Estoy aquí para fotografiarle, ¿ha oído las noticias?», le preguntó uno de ellos, revelándole acto seguido la tan ansiada noticia. «Oh, Christ!», respondió Lessing, que llevaba 30 años esperando oír esas palabras. Su respuesta quedó inmortalizada, y basta con poner su nombre en el buscador de YouTube para verla otra vez.

A Reinhard Selten, galardonado en Economía en 1994, la llamada también le sorprendió en el supermercado. «Cuando volví había… un montón de gente delante de mi casa, y pensé: «¿Qué ha pasado? Quizá algo malo ha ocurrido, ha entrado un ladrón o algo así». Un «felicidades» y un fuerte apretón de manos le devolvieron súbitamente a la inesperada realidad. Aturdido por la excitación y las prisas de los periodistas, tuvo que rogar que le dejaran entrar las bolsas de la compra y sacar del coche a su esposa, que iba en silla de ruedas. «Todo era tan frenético que no tuve tiempo para pensar en ello en absoluto, simplemente intentaba hacer frente a la situación».

Debido a sus avances en la Teoría de Juegos ganó el Premio Nobel de Economía en 1994, junto con John Harsanyi y John Forbes Nash.

Reinhard Selten, debido a sus avances en la Teoría de Juegos ganó el Premio Nobel de Economía en 1994, junto con John Harsanyi y John Forbes Nash.

Es precisamente para evitar que el shock sea tan brutal por lo que los organizadores intentan avisar al premiado antes de que el anuncio se haga oficial. Y si no le encuentran en casa, llaman al trabajo o a algún familiar.

A Vargas Llosa, sin ir más lejos, le contactaron tras varios intentos fallidos. Englund logró finalmente dar con él a través del teléfono de su esposa, Patricia Llosa, cuyo número había conseguido gracias a la ayuda de la agente literaria Carmen Balcells.

Llamadas de madrugada

Pero por mucho esfuerzo que pongan, a veces no es suficiente. El tiempo de que disponen es muy reducido. Esa limitación horaria, además, hace que algunos galardonados reciban la llamada a horas intempestivas, como el indio Amartya Sen, galardonado en Economía en 1998, a quien el telefonazo de los Nobel le despertó a las 5 de la mañana.

«Lo primero que pensé es que algo terriblemente trágico había pasado, que alguien había caído enfermo o algo peor. Estaba preocupado, así que fue todo un alivio saber que nada de eso había ocurrido». Eso sí, nada más colgar el aparato, necesitó una taza de café bien cargado para acabar de despejarse y comprobar que lo que acababa de oír no había sido un sueño.

En las mismas circunstancias fue sorprendido Roy J. Glauber, Nobel de Física en el 2005, que recibió la llamada a las 5.36 horas, «en medio de la más completa oscuridad», y que pasó el resto del día «como en el vórtice de un tornado».

La madrugada, esta vez a las 4, también fue el marco temporal en que el Nobel de Economía William F. Sharpe recibió la noticia en 1990. El teléfono lo arrancó del sueño mientras dormía junto a su esposa en una habitación de hotel en Arizona, donde se hallaba por motivo de una conferencia. Casualmente, días atrás, le habían estado llamando a horas poco usuales desde Bélgica para pedirle que participara en un simposio, de modo que lo primero que pensó fue que se trataba de la misma persona. Cuando finalmente consiguió enterarse de lo que le estaban diciendo, se preguntó si no sería una broma, así que, nada más colgar, puso la televisión. A los cinco minutos la noticia salía en todos los titulares. «Pedimos que nos trajeran el desayuno a la habitación y lo celebramos desde el balcón, contemplando el amanecer con vistas sobre el desierto, antes de que todo se volviera loco y fuéramos invadidos por los periodistas», recordaba años más tarde.

De madrugada o no, la sorpresa y la incredulidad suelen ser las reacciones más comunes. El italoestadounidense Louis J. Ignarro, galardonado en Medicina en 1998, por ejemplo, pidió que le repitieran lo que le acaban de decir. Hijo de padres inmigrantes e iletrados, le costó creer que lo que oía fuera verdad.

James A. Mirrlees, Nobel de Economía en 1996, fue más allá y pidió educadamente a la persona que le estaba llamando que le probara lo que estaba diciendo. También escéptico se mostró Joseph Rotblat, Nobel de la Paz en 1995, que, a pesar de recibir la llamada del propio Lundestad, «se negó a creer las buenas noticias y pensó que se trataba de un malentendido».

Fundados en 1895 por el inventor y empresario sueco Alfred Nobel, los premios originales fueron los de Física, Química, Medicina, Literatura y Paz. Fue expreso deseo suyo que los cuatro primeros fueran elegidos en Estocolmo por instituciones suecas. El de la Paz, en cambio, lo encomendó a un comité de cinco personas que debían ser elegidas por el Parlamento de Noruega, país que por aquel entonces todavía formaba parte de Suecia.

El sexto premio, el de Economía, no es propiamente un Nobel sino que fue instaurado en 1968 por el Banco Central de Suecia en memoria del inventor sueco. Desde entonces, la Real Academia de las Ciencias de ese país se encarga de elegir al premiado.

Santiago Ramón y Cajal recibió junto con Camillo Golgi el Nobel de Medicina en 1906 por "su trabajo en la estructura del sistema nervioso"

Santiago Ramón y Cajal recibió junto con Camillo Golgi el Nobel de Medicina en 1906 por «su trabajo en la estructura del sistema nervioso»

Por lo demás, Nobel no dejó nada escrito sobre la manera en que cada año se debía comunicar la noticia a los ganadores, así que, en la práctica, el modo de proceder se ha ido adaptando a cada época.

Primero, se empezó mandando una simple carta a cada uno de los galardonados. Pero a juzgar por los testimonios recogidos pocos años después, los organizadores empezaron muy pronto a agilizar el proceso contactando a los premiados por telegrama.

Así es como Albert Einstein, por ejemplo, se enteró en 1921 de que había ganado el Nobel de Física. El telegrama le llegó cuando se encontraba a bordo del barco Kitano Maru, en ruta hacia Japón.

Probablemente de esta misma manera se enteraron varios Nobel españoles de comienzos del siglo XX, como Santiago Ramón y Cajal, que obtuvo el de Medicina en 1906, o José de Echegaray y Jacinto Benavente, que recibieron el de Literatura en 1904 y 1922, respectivamente.

Aviso por teléfono

Más adelante se empezó a utilizar el teléfono, una llamada que, hasta finales de los ochenta, solía igualmente ir acompañada de un telegrama. De esa época es la Madre Teresa de Calcuta, que recibió el Nobel de la Paz en 1979. Según las crónicas del momento, acababa de llegar a su residencia después de visitar un hospital cuando fue informada y pasó el resto del día como si se tratara de una jornada más.

En fechas más modernas, las posibilidades técnicas se han ido ampliando, y hoy en día «se hace todo lo que se puede para dar con el ganador antes de que el anuncio se haga público», explican en la Real Academia de las Ciencias de Suecia. Normalmente, sus ganadores no son tan conocidos como pueden ser a veces los de la Paz o de Literatura, de modo que esta institución se esfuerza especialmente por localizarlos. Tanto es así, que el porcentaje estimado de laureados en Física, Química o Economía que son contactados con antelación es próximo al 90 por ciento del total.

Año tras año, la celebración de los premios Nobel sigue el mismo ritual. Siempre se anuncian en octubre y se entregan dos meses más tarde, el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador. La ceremonia de entrega de los de Física, Química, Medicina, Literatura y Economía tiene lugar en Estocolmo, mientras que la del de la Paz es la única que se desarrolla en Oslo.

Liu Xiaobo recibió el Nobel de la Paz por "su larga lucha no violenta por los derechos fundamentales en China".

Liu Xiaobo recibió el Nobel de la Paz por «su larga lucha no violenta por los derechos fundamentales en China».

A lo largo de la historia, sin embargo, ha habido varios galardonados que no han podido acudir a la ceremonia por encontrarse bajo arresto. Se trata del alemán Carl von Ossietzky (1935), la birmana Aung San Suu Kyi (1991) y el chino Liu Xiaobo (2010), todos ellos Nobel de la Paz. El comité noruego ni siquiera pudo contactar con ellos por teléfono para darles a conocer la noticia. A Liu Xiaobo, por ejemplo, se la comunicó su mujer en la cárcel días después de que se hiciera pública y cuando ya había sido comentada y analizada por todos los medios de comunicación del mundo.

Jelinek, «un agujero negro en la cabeza»

Otra Nobel que tampoco acudió a la ceremonia fue la austriaca Elfriede Jelinek, galardonada en Literatura en el 2004. Aquejada de fobia social, sus razones fueron distintas. Ella misma describió que recibir la llamada de la Academia Sueca había sido como tener «un agujero negro en la cabeza», confesando que experimentaba «más desesperación que alegría» al no sentirse «preparada como persona para hacer frente a la opinión pública».

Lo cierto es que el gran revuelo que cada año causan los premios asusta a cualquiera. La presión es muy alta, y la avidez de los periodistas por la exclusiva, mayor. No son pocas las veces que la prensa ha publicado sospechosamente el nombre del ganador antes del anuncio oficial. Tal es el caso del novelista español Camilo José Cela, cuya elección fue anticipada por la prensa escandinava.

Más rocambolesco fue el de Dario Fo, que se enteró de que había ganado el Nobel en plena autopista, cuando otro conductor le mostró un papel que decía «Ha ganado el Nobel». En realidad, el mensajero era un redactor del diario La Republica que le había seguido desde Roma junto a otros periodistas porque los rumores pronosticaban lo que ofinalmente sucedió.

Aunque, para lugares insólitos, el vuelo Moscú-Nueva York en el que viajaba Richard Ernst el 16 de octubre de 1991. Fue el propio comandante del avión quien le reveló que acababa de ganar el premio Nobel de Química.

Fuente: Faro de Vigo

¿Dónde va la grasa cuando adelgazas?

¿Lo has pensado alguna vez? Cuando pierdes 1, 5 o 20 kilos ¿A dónde van? Os dejo un momento para pensarlo antes de lanzarme a contestar, aquí van unas opciones (no olvidéis poner lo que pensabais en los comentarios):

  1. Heces
  2. Orina
  3. Sudor
  4. Respiración
  5. Otros: “No tengo ni idea”

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Las reservas energéticas de grasa del cuerpo humano se están almacenadas en forma de triglicéridos, que son tres ácidos grasos unidos por una molécula de glicerol. Los ácidos graso son moléculas muy largas con grandes cadenas de carbonos unidos, sin embargo, para metabolizarlas se tienen que romper en fragmentos de dos carbonos. Cuando aumentan las necesidades energéticas, es decir, cuando disminuye la glucosa en sangre, se secreta glucagón, hormona encargada de mantener los niveles de glucosa y, entre otras cosas, de movilizar las reservas de grasa.

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El glucagón activa una enzima lipasa que destruye el triglicérido en 3 ácidos grasos y glicerol. El glicerol se dirigirá al hígado para formar glucosa mientras que los ácidos grasos viajarán unidos a la albúmina (la grasa no se disuelve en la sangre que es líquida) hasta el músculo.

Una vez en el músculo el ácido graso tiene que entrar en la mitocondria (fábrica de energía de las células), para ello utiliza la carnitina (sí, la famosa L-carnitina, pero tomarla en suplementos no sirve para nada si no aumentamos primero las necesidades energéticas). Ya dentro de la mitocondria el ácido graso comienza el proceso de degradación para romperse en trocitos de 2 carbonos llamado beta-oxidación. La particularidad de esto es que no lo fragmenta de golpe, sino poco a poco, de esta forma no solo se aprovecha la energía de los fragmentos sino también la energía liberada al romperlos.

Por ejemplo, si tenemos el ácido palmítico, que tiene 16 carbonos, el proceso de rotura se repite 7 veces para conseguir 8 moléculas de acetil-CoA y 33 ATPs (unidad de energía). Fragmentar la glucosa en trozos de 2 carbonos genera 5 ATPs. Una particularidad de este proceso es que los ácidos grasos vegetales (insaturados), generan menos energía.

Vale, ahora tenemos la grasa rota en unos cuantos trozos en forma de acetil-CoA y algo de energía. ¿Es esto lo se excreta? Pues no, todavía le queda un largo camino. En este punto la vía de los glúcidos y los lípidos se confluyen y los acetil-CoA van al famoso ciclo de Krebs o del ácido cítrico. El ciclo de Krebs es un conjunto de reacciones que ocurren de forma clíclica, es decir, empiezan y terminan con la misma molécula, mediante la cual el acetil-CoA se fragmenta en trozos de un carbono obteniendo de él unas moléculas intermediaras llamadas NADH y FADH2 que son las que finalmente obtendrán energía.

Estos fragmentos de 1 carbono se llaman dióxido de carbono o CO2 que al ser un gas difunde hacia la sangre donde se excreta por los pulmones y finalmente lo expulsamos con la respiración. ¡Con la respiración! Respuesta correcta 4. La grasa se va con la respiración, pero no pruebes a hiperventilar porque no funcionará, antes tiene que darse todo el proceso anteriormente mencionado.

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Pero, si el CO2 viene de los fragmentos de la grasa ¿qué pasa con el oxígeno? ¿Por dónde lo excretamos? ¿Te atreves con una de las respuestas de arriba? Aquí es donde el NADH y FADH2 juegan un papel importante. Estas moléculas no abandonan la mitocondria pero se van a su membrana dónde liberan sus electrones externos (e-) muy energéticos. Estos electrones comienzan una cadena de transporte por donde van perdiendo energía paso a paso. Esta energía se aprovecha para bombear protones (H+) a un espacio entre membranas mitocondriales, creando un gradiente y acaban saliendo por una proteína que aprovecha su movimiento para producir energía en forma de ATP (la aprovechable por el organismo).

Ahora tenemos protones, electrones y mucha energía, ¿y el oxígeno? Los electrones no pueden viajar libres por la célula ya que le proporcionarían carga negativa, para evitarlo estos electrones se unen al oxígeno que respiramos y a los protones liberados creando agua o H2O. Esto significa que el oxígeno que respiramos se excreta por la orina y la transpiración así que las respuestas correctas son la 2 y la 3, aunque también la 4 porque se pierde mucho vapor de agua con la respiración.

Ahora cuando alguien te diga que el oxígeno que respiramos se convierte en CO2 mediante alguna combustión ya sabes como rebatirle.

Nota: Para ser justos a la verdad la opción 1 es correcta en ambos casos ya que siempre se pierde un poco de agua, pero además la excreción biliar tiene un relativamente alto porcentaje de grasa.

 

Fuente: Hablando de Ciencia

 

Los chimpancés y los orangutanes recuerdan experiencias vividas hace años

Un estudio liderado por una investigadora española en la Universidad de Aarhus (Dinamarca) revela que los primates son capaces de retener en su memoria eventos de un pasado lejano, como el uso de herramientas. El trabajo se publica esta semana en la revista Current Biology.

 

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Los humanos, a lo largo de nuestra vida, experimentamos situaciones que puede que no volvamos a realizar o vivir, pero si las repitiéramos, seríamos capaces de recordarlas. Sin embargo, no somos los únicos.

Un equipo europeo, liderado desde la Universidad de Aarhus en Dinamarca, publica en la revista Current Biology un estudio en el que se demuestra que los chimpancés y orangutanes “también comparten con los humanos características sobre lamemoria en cuanto a recuperación de eventos pasados”. Así lo explica a SINC la autora principal de la investigación, Gema Martín-Ordás

Los investigadores pusieron a prueba la memoria de los primates facilitándoles herramientas para coger alimentos. Los resultados mostraron que estos animales recuerdan después de tres años la localización y uso de estas herramientas, que les fueron presentadas cuatro veces.

Por otro lado, plantearon un segundo experimento, donde los animales pudieran recordar herramientas presentadas una sola vez tan solo dos semanas antes.

Para Martín-Ordás, la investigación demuestra que “con el fin de retener dos acontecimientos similares, los chimpancés y los orangutanes tuvieron que unir los elementos de cada uno de estos eventos. Esta unión les permitió distinguir entre los dos eventos”.

El ejemplo de las dos visitas al restaurante:

La investigadora compara la situación con otro ejemplo: “Vas a cenar a un restaurante con una persona dos veces. Solo cuando eres capaz de poner juntos los elementos de cada evento (la presencia de tu amigo, el restaurante, el tema de conversación o lo que cenasteis), entonces puedes distinguir entre ellos. Si no fueras capaz de hacer eso, los recuerdos de esos dos eventos se mezclarían”.

Los datos destacan también una asombrosa instantaneidad de los primates a la hora de recordar. “Lo hacen muy rápido. De media tardan cinco segundos en encontrar las herramientas. Esto es esclarecedor ya que no están dando vueltas a la habitación hasta que se encuentran las cajas con las herramientas. Probablemente, sea el evento pasado lo que les haga recordar», según Martín-Ordás.

La científica afirma que estos resultados son solo el principio de una nueva línea de investigación sobre la memoria de eventos pasados en animales: “Ahora estoy interesada en saber lo que recuerdan de sus interacciones sociales; ese será el siguiente paso”.

“A largo plazo este tipo de investigación podría tener aplicaciones en el sentido de que podríamos hacer avanzar nuestro conocimiento sobre enfermedades como el alzhéimer. De hecho, ya hay algunos estudios con roedores que apuntan en esta línea”, adelanta  la investigadora.

Fuente: Agencia SINC

Hijos de tres padres

¿Es posible que un ser humano contenga ADN de tres padres diferentes? En Reino Unido se lo están planteando con las nuevas técnicas de fecundación IN VITRO, para evitar posibles desórdenes mitocondriales. 

Fuente: elpaís.com

Si han leído bien. Hijos de tres progenitores, y en este caso no estamos hablando de modelos familiares multiparentales tales como poligamia (poliandria, poliginia), bigamia, parejas de hechos y deshechos, divorciados vueltos a casar ni nada por el estilo. Estamos hablando de hijos formados por el ADN de tres personas diferentes.

Para hacernos eco de esta noticia, hemos de remontarnos a finales del mes pasado, cuando saltó a la actualidad el 27 de junio, la publicación de la BBC News “UK government backs three person IVF”, “Reino Unido respalda la Fecundación In Vitro de tres personas”, e hizo alzar las voces de los más conservadores, por las técnicas que se usarían en la formación de estos nuevos niños.

¿De dónde viene esa tercera parte de material genético?

Para explicarlo, hemos de repasar el concepto de mitocondria. Ésta, es un pequeño orgánulo, repartido en múltiples copias dentro de todas las células de los seres vivos (eucariotas: animales, hongos y plantas), y es el responsable de la obtención de energía en último término, gracias a la respiración celular. Este pequeño orgánulo, gracias al oxígeno que transportamos y obtenemos en la respiración, sirve para oxidar la materia orgánica que ingerimos (carbohidratos, lípidos, proteínas…) y así darnos la energía en forma de ATP que necesitamos para vivir el día a día.

Estos pequeños orgánulos, al igual que los cloroplastos en las plantas, mantienen parte del material genético inicial que tenían desde que se introdujeron en las células, como propuso en su teoría Endosimbionte Lynn Margulis, allá en los inicios de la vida. A partir de esta teoría, la mayor parte de la información genética de estas células simbiontes primigenias (pre-mitocondrias y pre-cloroplastos), permanecía en el interior de sus membranas, pero como un peón que le pasa su jefe (el núcleo celular) las tareas que no le son esenciales, a lo largo de la evolución fue desprendiéndose de cierta carga traspasándole ADN de su interior mitocondrial, al núcleo de la célula de la que ahora formaba parte.

Una vez aclarado ésto, volvamos a la reproducción humana. A pesar de que hay teorías que dicen que los padres también transfieren un pequeño número de mitocondrias (sólo demostrado en mejillones, bivalvos) al zigoto u óvulo fecundado, la mayormente aceptada y actualmente demostrada es que la mitocondria tiene una herencia estrictamente materna. Esto es, que el óvulo, una vez fecundado, une los núcleos del espermatozoide con el suyo, y es el que aporta las copias mitocondriales al futuro embrión y feto. Es por medio de esta última teoría que se encontró una “Eva mitocondrial” frente a un “Adán cromosómico”, probablemente surgidos en algún lugar del Sur de África.

El siguiente punto a tratar es el número de afectados por las enfermedades mitocondriales heredables,  (ejemplos como el síndrome MELAS, el síndrome MERRF, el síndrome NARP o la neuropatía óptica hereditaria de Leber), estimado en un niño por cada 6500 nacimientos (tasa de 0,01538462%).

La técnica en cuestión, consistiría en quitar todas las mitocondrias afectadas del óvulo de la madre y sustituirlas por mitocondrias del óvulo de una donante, o bien transferir el núcleo del embrión producto de la fecundación de los progenitores interesados en la fecundación artificial, a otro embrión con mitocondrias sanas cuyo núcleo sería eliminado.

Obviamente, esta técnica araña y rasga profundas creencias y valores que están en continua discusión desde el punto de vista bioético, pues si consideramos el embrión como punto de partida de un ser humano, implicaría que se use en beneficio de ciertos factores genéticos, impidiendo el desarrollo completo de los individuos usados para la transferencia de mitocondrias sanas.

A medida que los avances tecnológicos lo permiten, parece darle igual al ser humano que ya seamos más de 7 mil millones de habitantes los que poblemos este planeta, si en su mano está lo que él cree que puede mejorar con sus nuevas técnicas. La evolución pareció aumentar su aceleración de cambios a partir del surgimiento de la vida, y con el ser humano, cada vez parece estar más cerca de dar el salto a la singularidad. ¿Será esta nueva técnica, o su puesta en práctica, una de las causas que lo provoquen?Sólo podemos esperar expectantes, a que los políticos responsables aprueben o denieguen estas prácticas, a aquellos que piden ser tratados.

Otras noticias:

Fuentehttp://zafra30.es

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